Durante el reinado de la emperatriz Suiko (593-628) el budismo se extendió rápidamente. Su regente Shotoku Taishi (592-622), sin duda inspirado por el ejemplo del gran monarca budista indio Ashoka, fundo más de 40 establecimientos religiosos en la capital japonesa de Asuka y en sus alrededores, en la región de Nara. De ellos los más famosos son: Horyu-ji, Daian-ji y Horin-ji.
A pesar de que sus principales arquitectos, escultores y pintores fueron seguramente coreanos, les ayudaron japoneses, que llevaron a su trabajo, no solamente el ansia de aprender sino también los altos niveles de artesanía por los que el Japón desde entonces e famoso. La región de Nara fue el centro del budismo en el Japón desde el principio y a seguido siéndolo. También se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes del arte budista. De los templos chinos de T’ang, muy poco a sobrevivido después de la persecución del año 845, todavía queda menos en Corea. Pero los templos de Nara todavía existen; un verdadero tesoro del arte del periodo más esplendido en la historia del arte budista del extremo oriente.
Solamente dos reliquias de pinturas budistas se han
conservado de esta primera fase en el Japón. Una de estas es la tapicería que representa
el paraíso de Miroku (Maitreya), cosidas por las damas de la corte en el año
622 como devoción pasa asegurar el descanso de Shotoku Taishi. Los nombres de
los artistas que lo diseñaron están anotados; todos eran inmigrantes y
probablemente coreanos. En la actualidad no quedan más que fragmentos; pero
puede verse cuan de cerca el arte pictórico que inspiró en el arte chino.
La reliquia más importante del estilo pictórico Asuka es un
templete de Tamamushi, llamado así porque sus tablas van orladas de una cenefa de bronce dorado colocado encima de los élitros iridicentes de un escarabajo llamado insecto-alhaja (tamamushi). El templete, tiene la forma de un templo en miniatura colocado sobre una base alta que se construyó probablemente entre los años 650 y 675. Las tablas de la puerta van pintadas con figuras de guardianes celestiales, las puertas de los lados con bodhisattvas; detrás de una pintura estilizada del Buitre Pico. Las cuatro
tablas de la base muestran el Monte Sagrado Meru, de los devotos delante de una
reliquia de Buda y dos narraciones del Jatakas. La pintura es ejecutada en la
línea clara y fluida, en laca amarilla, roja y verde sobre Occidente. El
estilo, que podría llamarse sinocoreano, posee una lisura decorativa y un
encanto lírico que debió de haber atraído el gusto japonés de la época.
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