Los hermosos príncipes y las bellas damas holgaban de lujo, saboreando toda las delicias del intelecto y de los sentidos. Florecieron la poesía y la caligrafía, las meriendas al aire libre y los concursos de oliscar incienso, las modas y el chismereo, todo ello en una atmósfera de invernadero cada vez más enrarecida y artificial. Los hombres se inclinaron por la erudición y la literatura del continente, y les pareció más noble escribir en chino. Sus damas, menos eruditas y con menos inhibiciones, escribieron en su lengua nativa, y exploraron un mundo lleno de emociones que era puramente japonés y, que con tiempo, sería inspiración del nacimiento de la pintura indígena, llamada Yamato-e (arte del Yamato, es decir del Japón).
Para tener una idea de esta cultura cortesana no hay nada mejor que leer las maravillosas traducciones de Arthur Waley, de dos obras escritas por dos damas de la corte de aquella época, "El libro del Cabezal" de Sei Shonagon y la novela romántica "El cuento de Genji".
Fuente: LAS BELLAS ARTES: Arte Chino y Japonés. Editorial: GROLIER. Autores: Varios.
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